LOLITA.

LOLITA

 Entre los parámetros de los 9 y los catorce años, emergen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, 2 o 3 veces más grandes que ellas, su verdadera naturaleza, no humana, sino nínfica ( mejor dicho demoníaca); propongo llamar nínfulas a estas criaturas escogidas.

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Tampoco es la belleza una piedra de toque; y la vulgaridad - o al menos lo que una sociedad determinada estima como tal- no daña forzosamente ciertas características misteriosas, la gracia letal, el evasivo, cambiante, anonadante, insidioso encanto mediante el cual la nínfula se distingue de esas contemporáneas suyas.

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Era la misma niña: los mismos hombros frágiles y color de miel, la misma espalda esbelta, desnudo, sedosa, el mismo pelo castaño.

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Si ordenamos a un hombre común que elija a la niña más bonita en una fotografía de un grupo de colegialas o girl scouts, no una y otra vez señalará a la ninfula.

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Lo-li-ta la punta de la lengua emprende un viaje de 3 pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el extremo de los dientes. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y 8 de estatura con pies descalzos.